Entrevista a Fabio Jurado Valencia

El profesor y su esperanza

Nuestro invitado de esta edición logra el encuentro de la cátedra, los decálogos universitarios y el severo idioma de la academia, con el placer y la libertad del animal creador. Fabio Jurado Valencia, director del Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional de Colombia, fundador de los célebres y populosos Viernes de Poesía, ensayista, viajero y poeta con excesivos escrúpulos, revisa en la siguiente entrevista aspectos de nuestra contradictoria realidad nacional. Se trata de las visiones de un humanista, de sus conclusiones parciales y de las inquietudes que desvelan sus intensas jornadas.



Por su experiencia pedagógica en regiones marginadas de Colombia, como Putumayo, Guaviare, Amazonas y Chocó… ¿Cree que aún se puede conservar un espíritu optimista sobre el porvenir político y social de Colombia?

Hay que creer en los maestros, respaldarlos en sus iniciativas, acompañarlos en los procesos de cambio que requiere la escuela… a donde he ido observo una sensibilidad muy fuerte de los maestros para afrontar los retos mayúsculos de este país tan deteriorado, tan roto por dentro, tan lleno de ambivalencias políticas y tan carente de proyecto de nación. Tengo optimismo en los maestros no en los gobiernos; es con ellos que podemos avizorar un país distinto, aún a pesar de las trancas de los gobiernos. Pero identificar a los maestros como actores transformadores implica hablar también de los niños y de los jóvenes que asisten a las escuelas; me conmueve cuando llevo libros de Bogotá y observo el entusiasmo tan grande para leerlos, pues no se trata de libros para llenar cuestionarios sino de obras auténticas: de poesía, de cuentos, de crónicas, de ensayos…



Usted ha tenido contacto con los indígenas Guayabero, Nukak-Makú y otras comunidades arrinconadas por los agentes de la guerra. ¿Qué anécdota ilustraría su destino aciago frente a una sociedad amnésica que ha traicionado su memoria?

Es abominable lo que ocurre con la comunidad indígena de los guayaberos; esta comunidad se resiste a romper con la lengua y con sus tradiciones milenarias: fue una comunidad nómada que habitó los territorios de la amazonia y la orinoquia; hoy están arrinconados en los alrededores de San José del Guaviare y de Arauca y sólo salen de estos rincones periféricos a pedir comida y a escarbar, ya no la tierra sino las canecas de basura; hay en ellos remanentes de la cultura nómada cuando se resisten a cultivar y a poner linderos en sus resguardos; sobreviven porque todavía los ríos, como el Guaviare, producen buen pescado; pero la caza es una utopía, porque los colonos expulsaron a los animales nativos. Respecto a los Nukak-Makú, me impresiona la belleza física de esta comunidad; las mujeres son lindísimas y los hombres tratan de mantener su dignidad, aunque como comunidad han perdido la esperanza de permanecer en este planeta; también están arrinconados por la guerra; dejaron de caminar y por tanto ya no son felices; hay tristeza, mucha tristeza cuando uno los mira deambular por los alrededores de San José del Guaviare.



Hace unos años presenció la cruenta toma de Mitú por parte de las FARC y pudo darse cuenta de las características -unas dramáticas, otras casi surrealistas, otra francamente cómicas- que barnizan nuestra guerra. Recodemos aquel episodio.

Cuando voy a trabajar con los maestros a estos territorios tengo consciencia de los riesgos, desde viajar en avionetas deterioradas por el tiempo hasta saberme observado por unos y otros en este conflicto tan grave y tan pendejo en el que nos han sumido los terratenientes; digo los terratenientes porque esta guerra existe por la tierra; los campesinos quieren volver a sus tierras; es el idilio de muchos hombres y mujeres, porque los campos cuando no están azotados por la guerra son unos paraísos que sólo Colombia en América tiene; qué tierras tan fecundas y tan promisorias… tan invocadoras de poesía.

Viví de cerca la experiencia de la toma por las Farc de una capital de departamento, como Mitú, en el año 1998. La balacera y el bombardeo con cilindros empezó a las 5 de la mañana; yo creí que como había ocurrido en otras tomas guerrilleras, darían un golpe, secuestrarían a algunos y luego se irían; entonces me quedé quieto en la cama mientras veía cómo se aflojaban las láminas de zinc del techo del hotel; a las 6 de la mañana se intensificó el bombardeo y la balacera; entonces me tiré al piso a esperar, porque nada más se podía hacer; tanta resonancia hizo que los bichos salieran de sus madrigueras; una tarántula, tan grande como el zapato de niño, se acercaba a mí… y esto me obligó a levantarme y salir; frente a la puerta estaba un guerrillero con perfil de comandante, quien me reclamó por qué no había salido, que era peligroso estar allí, y me indicó que tenía dos opciones: ir a las playas del río o protegerme en el baño general del hotel, único sitio con una plancha de cemento; yo opté por quedarme en el hotel, con otros dos profesores, únicos huéspedes. El avión fantasma disparaba a sus objetivos pero los guerrilleros se protegían entre la casas y se sumergían en hoyos que construían y desde donde le disparaban al avión, mientras los otros proseguían con los disparos y con los basucazos a la garita. En esta garita un policía desde la madrugada trataba de defender el cuartel.

Hacia el medio día todo se detuvo y creí que finalmente terminaba esa pesadilla, pero a las 2 de la tarde se reinició el tiroteo y los bombardeos; el receso había sido para almorzar, pues también en la guerra hay acuerdos tácitos para descansar y comer. Sólo hacia las 4 de la tarde se detuvo el tiroteo y el avión fantasma se fue; los guerrilleros habían dado muerte al policía de la garita y vitoreaban la toma de Mitú. Los policías que sobrevivieron se entregaron; fueron los rehenes y los siguen siendo en el año 2009, lo cual me parece una infamia… También en la guerra hay cosas que no se dicen, porque los protagonistas mueren o desaparecen… Según los guerrilleros que venían al hotel a comprar gaseosas y agua embotellada se había llegado al acuerdo entre el comandante Romaña, quien había liderado la toma de Mitú, y el comandante del ejército, según el cual se enfrentarían en las afueras y no en el casco urbano para evitar más muertes entre los civiles; el ejército había aterrizado sus helicópteros a una distancia aproximada de cinco kilómetros y los soldados se enfrentarían en el camino con los guerrilleros. Eran las seis de la tarde y la columna guerrillera abandonó el pueblo. Aproximadamente a las 9 de la noche pasaban los aviones bombarderos rasantes por el hotel y luego se escuchaban los estruendos de las bombas y así fue toda la noche; a las 6 de la mañana del día siguiente ingresó la columna de soldados, con los rostros y las miradas similares a las de los guerrilleros: muchachos trabajando en la guerra…



Los Viernes de Poesía de la Universidad Nacional, que usted anima y conduce, se han convertido en un verdadero fortín de la vida cultural capitalina y de la sed creativa que habita la universidad…

Viernes de Poesía fue una apuesta que hicimos en el año 1998, con el propósito de poner en contacto a los estudiantes con la poesía y con los escritores; con el tiempo, los destinatarios no son sólo los estudiantes sino también personas de distintas edades interesados en la poesía. Como se ha sostenido la audiencia el programa y la Colección (van 74 cuadernos publicados hasta 2009) ha perdurado con el respaldo del Departamento de Literatura. Viernes de Poesía se programa los últimos viernes de cada mes en el período académico de cada semestre. Nos llama la atención que haya tanto interés por la poesía entre los estudiantes; debe ser porque la poesía es una posibilidad de comprender la complejidad de este mundo.



¿Cuáles son los propósitos y los proyectos bandera del Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional que usted dirige?

Tenemos un programa que se denomina “La educación en los territorios de frontera”; con este programa hemos podido trabajar con los maestros de los departamentos de Guaviare, Putumayo, Arauquita, Tumaco, Amazonas… Es una veta de investigación lo que hallamos en estos territorios…



¿Cuál ha sido el trato y cuál la visión del actual gobierno frente a la educación?

En general, creo que la educación no es una prioridad si observamos el índice de inversión y lo comparamos con la inversión en la guerra; es una paradoja, cuando la salida es definitivamente la educación y la cultura; es como si se quisiera que esta guerra continuase eternamente; sólo Bogotá ha priorizado la inversión en educación de una manera tan contundente como ha ocurrido desde la alcaldía de Antanas Mockus.



Usted padece una incurable mexicanidad. ¿De dónde proviene y cuáles son las virtudes de esa obcecación lustral?

El cine, la música y los cómics provenientes de México participaron en nuestra educación; aprendimos a leer no con la cartilla Alegría de Leer, como se creía, sino con los cómics, leyéndolos detrás de las puertas, a escondidas. La historia de la revolución mexicana, conocida a través del cine y de los corridos, produjo mucha simpatía hacia este país en nuestra juventud; esto se reconfirmó al leer la obra de Juan Rulfo…



Juan Rulfo es una de sus obsesiones. ¿Cómo nació esta pasión abrasiva y por qué parece usted preferir al escritor mexicano sobre las otras deidades de las letras latinoamericanas?

No ha habido otro escritor como Rulfo tan consecuente y honesto frente a la asunción de la escritura literaria. Rulfo no quería repetir esquemas narrativos, porque los esquemas que existían no le permitían representar lo que buscaba; la historia intensa y polifacética de México sólo podía reconstruirse a través de una configuración narrativa como la de Pedro Páramo. Es la obra que hace el parto de la nueva novela latinoamericana. Allí está la fotografía de lo que somos. Pero lo que más nos impresiona de Rulfo es su actitud responsable frente a la escritura; las editoriales le ofrecían mucho dinero para que les entregara aquella novela que supuestamente estaba escribiendo, después de Pedro Paramo; pero Rulfo reconoció que cada vez que lo intentaba aparecía la historia de Pedro Páramo; en ella todo estaba ya representado y no quiso engañar a nadie; más bien lo engañaron a él endilgándole libros que nunca escribió, como Cuando yo me ausente…



Como es lógico en alguien herido de mexicanidad, también el tequila se encuentra en su lista de predilecciones. ¿Por qué le parece la bebida paradigmática? ¿Y qué podríamos decir del mezcal, ese otro néctar investido de fulguraciones?

El tequila es un licor que sólo se produce en México, por la constitución de los suelos en regiones como Jalisco, Nayarit, Tamaulipas, Michoacán y Guanajuato; los orientales –coreanos y chinos-, ellos, que todo lo imitan, han intentado producirlo, llevando los cogoyos del maguey para sembrarlo, pero no han podido. El tequila es una bebida milenaria cuyo antecedente lo constituye el pulque, una infusión que resulta de la cocción de la piña del maguey, que se fermenta luego; es una bebida que hoy todavía se consume; en el período prehispánico el pulque era considerado como la sangre de los dioses; el pueblo podía beberlo en grandes cantidades en el transcurso de cinco días al año, en las celebraciones de los días de los muertos. Posteriormente, con la llegada de los españoles se introdujo la destilación para producir lo que los conquistadores llamarán “vino mezcal”. Con el tiempo, el mezcal como nombre se asignará al licor que se produce también con el maguey pero de otra clase, no el maguey de agave azul, que sólo se produce en las regiones señaladas; por eso el mezcal se produce en Oaxaca, en donde se cultiva otro tipo de maguey. Sobre sus efectos sólo basta leer a Lowry y a Lawrence. Es extraño que los guayabos, o las crudas, como lo llaman los mexicanos, no produzca la jaqueca como la produce todos los demás licores, si bien dependemos siempre de las cantidades consumidas. En todo caso los tequilas nos animan a conversar, distinto a los aguardientes que, al contrario, nos paralizan la lengua. También es cierto que hay tequilas de diversas calidades y aromas. A partir de la década de 1990 el tequila se dio a conocer de manera más abierta en el mundo; la venganza de los aztecas.