Entrevista a Jorge Velosa

Nuestra Señora del Verbo

Por Marcos Fabián Herrra



En 1981, con la fuerza de un vendaval llegado del páramo, apareció en Colombia un grupo que, para sorpresa de todos, logró poner en primer lugar de la atención una música hasta entonces relegada a las festividades dominicales de los pueblos de Boyacá y Cundinamarca. Sus letras y melodías, elementales y bellas como viejos árboles, constituyen desde siempre la síntesis de los dolores, las rutinas y la creatividad erótica y amorosa de los desheredados. Eran los Carranqueros de Ráquira, el primer grupo de Carranga que pisó los grandes escenarios, incluido el mítico Madison Square Garden. En el siguiente reportaje, Jorge Veloza, su director, nos hace festivos cómplices de su ingenio verbal.



La audacia y la osadía parecen extintas en la agenda de los productores de la industria fonográfica Colombiana ¿Qué derrotero deben explorar os nuevos cultores de las músicas vernáculas?

Deben tener la audacia y la osadía que no tienen, o han perdido los productores fonográficos. A lo mejor, un método ancestral como "el trueque" puede ser útil en algunos casos. Me consta que un grupo lo ensayó y le está funcionando.

¿Avala usted las mixturas, ensambles, fusiones y otro tipo de exploraciones estilísticas y sonoras que emplean los nuevos cultores?

Al que le gusta le sabe, y al que le van a dar le guardan.

¿Adolece la música colombiana de nuevos compositores?

Compositores los sigue habiendo, pero las vitrinas se nos siguen cerrando, y a ese paso, adiós chicha, calabazo y miel.

¿Encuentra en los estamentos oficiales la subvención y apoyo necesario para la promoción de las músicas alejadas de los circuitos comerciales?

Ojalá que sí, pero estoy pensando con el deseo.

¿Qué tanta receptividad expresan los públicos extranjeros cuando escuchan música carranguera?

Hasta ahora la carranga se está abriendo espacios en otros lares. La gente se sorprende de que haya géneros distintos a los más promocionados, y no creo que pase solamente con la música carranguera. Cuando el baile se pone ventolero, tenemos más cercanía adentro o afuera, y lo mismo pasa cuando los escuchantes son los niños. Con ellos, sean de donde sean, la carranga tiene algo muy especial.

Usted ha sido un infatigable y auténtico abanderado de las causas ecológicas y de apuestas filantrópicas en el país. ¿Cómo observa esas falseadas causas sociales de ciertos artistas empeñados en cultivar el vedettismo antes que en aportar a la sociedad?

De dientes para afuera, la ecología nos interesa a muchos, incluidos los medios de comunicación, instituciones, etc; pero a la hora de echarle agüita permanentemente a la mata, más de uno escurre el bulto, o está con el chorote en la mano únicamente para la foto.

¿Puede ser la música un instrumento para la resignificación de valores, en un país tan asediado por la adversidad como Colombia?

No solo puede ser, sino que debe y tiene que ser.

Hace muchos años Gabriela Mistral sentenció que las músicas tradicionales de América Latina carecían de una aceptable elaboración literaria... ¿Esa inventiva, experimentación lingüística y creatividad de sus letras, determinan la calidez y empatía que emanan sus canciones?

En las músicas populares, hay de todo, como en las diferentes manifestaciones artísticas. Lo que pasa es que a veces, y como dice doña Virginia en Coyáima, "tanto pinta la máma al diablo, que al fin lo deja mueco". Yo tuve la suerte de criarme entre cantas y palabreadores, y tal vez por eso, nuestra señora del verbo y el sonsonete no me pierde pisada.