Presentación de “El dios ebrio y otras ficciones” de Hermínsul Jiménez

Por Fabio Jurado Valencia

A los tres días, como si resucitara, recuperó la voz y contó el prodigio empezando con las palabras: “Parecía obra de un dios ebrio...”

La literatura, como en general el arte, es la práctica humana que puede transgredirlo todo y simular como verdad lo que es ficción. El conocimiento del pasado nos llega a través de los libros, pero hay libros, como los literarios, que logran el mejor retrato del mundo; esa fotografía no está dada en la inmediatez; es reconstruida por el lector en sus esfuerzos por darle forma a lo que nombran las palabras. Al restituir la significación, en este ejercicio de leer, emerge la fuerza apelativa de la obra literaria, esto es, las preguntas que el arte, indirectamente, le hace al lector para sumergirlo en el dilema y en la duda.

Al leer El dios ebrio y otras ficciones, el lector se pregunta por el origen de estas historias y por las intenciones de quien las ha creado, y conjetura: ¿son sueños?, ¿son anécdotas transformadas en minificciones?, ¿es el reprocesamiento de otras imaginerías?, ¿es la cotidianidad puesta allí frente a los ojos, sin tanto retruécano? Puede ser todo a la vez, como es la literatura. Pero de cualquier modo está allí la experiencia del hombre que recoge imágenes mientras camina por una calle o ingresa a un billar o va a un hospital o a una escuela; las imágenes quieren ser habladas a través del río verbal de alguien como Hermínsul Jiménez Mahecha que habita el universo de la escritura.