“Casa Tiempo II” de Yuichi Mashimo

Por Germán Villamizar

A un territorio recién inventado nos convoca el lirismo del poeta, la metáfora que transporta y se deshace en soledad, abandono, desgracia y esperanza porque «volvemos a rehacer lo que nunca hemos hecho», una contradicción que podría disolverse en el tránsito permanente del ser humano, en la búsqueda del poema dicho y deshecho en el instante en que nos herimos la boca con el filo de las palabras.

La pérdida nos ilusiona. La herida nos atrae. Estamos derrotados sin remedio. Entramos en un territorio del que retornaremos otros. Un territorio en que:

las piedras, las plantas y los rumores

son diferentes. Pero soy también uno

de tantos que pacientes reflejaron

la premonición de aquella visión.

En este territorio el lenguaje es un balbuceo, un asombro de las cosas nuevas y de las cosas antiguas que son las mismas. Aquí el mar imponente no es más que una sumatoria de olas vencidas en la playa, un rumor de espuma intrascendente-trascendente que se levanta siguiendo la curva trazada por la continua insatisfacción de la escritura. Aquí sólo el silencio merece la atención del cuerpo.

¿Entramos? Sumemos nuestra herida a otras heridas y conformemos un cuerpo que se abre al «irse de las cosas» y se funde en esta búsqueda imposible del poema.