Presentación de “Navíos de Caronte” de Carlos Fajardo

Por Gonzalo Márquez Cristo

La supremacía de lo horizontal tiene su dominio en este poemario de Carlos Fajardo Fajardo. El agua impone su condición oceánica y su pavoroso fluir. Una decantada imagen poética encuentra en el elemento del origen su poderío arrasador y su triste sosiego.

Las palabras como cantos rodados, los seres que no arriban del pasado sino de un lugar sepulto... Las voces que fueron enterradas, porque aquí, como en la Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters y en Pedro Páramo de Juan Rulfo, avanzamos sobresaltados hacia el reino del cual –como es sabido– sólo siete regresaron.

Un agua mortal funda sus ecos, sus estremecimientos. Los navíos que representan para el soñador bacheleriano vientre y sepultura, nacimiento y viaje sin retorno, se funden en una imagen arquetípica. El hallazgo pero también la separación, los exilios y los puertos, el tránsito inseguro del corazón... “Estas calles que todo lo mío desconocen”.

Y tal como en el río Aqueronte, en este navío de papel, un guía nos lleva a la otra orilla, pero provistos de la rama dorada sin la cual nadie podría atravesar el cauce de regreso. El lúcido llamado de Caronte –último fulgor– asiste las delicadas invenciones que componen este libro. Sabemos por su autor que somos desoladoramente ricos en naufragios, pero que aún nos resta la poesía, el único idioma de los muertos.

Al otro lado la patria

con sus ríos siniestros

transportando la muerte